Empédocles según Hölderlin: ascenso, ocaso y redención del poeta

En "Muerte de Empédocles" de Friedrich Hölderin, tragedia compuesta a finales del siglo XVIII, el poeta analiza el drama de la soledad humana, el silencio de la Naturaleza y los Dioses, la tensión insoluble entre lo aórgico y lo orgánico y la lucha constante de los individuo para no naufragar en lo universal indistinto.

di Livia Di Vona

Portada: Caspar David Friedrich, “El soñador”, 1820-1840

Quedó inacabada la tragedia, de la que tenemos tres borradores diferentes desarrollados a lo largo de tres años, desde 1797 hasta 1800, en un período en el que ya se evidencian los signos de la locura, Muerte de Empédocles, por Friedrich Hölderlin, similar aiperiona, avanza por el hilo de una elegíaca nostalgia por la Hélade. La figura del Empédocle Hölderliniano, dibujada sobre la base de la leyenda que quiere al filósofo suicida en el abismo ardiente del Etna, se desvía inmediatamente del dato histórico/legendario para convertirse en el arquetipo del Poeta, tal como lo representa el propio Hölderlin.

Es un poeta caído en desgracia, el hombre que conocemos cuando su mundo se abre ante nuestros ojos. Abrumado por una trágica soledad, sólo inicialmente la identificamos con la expulsión de Agrigento cuando el pueblo, ahora desagradecido, se vuelve contra él; a medida que avanza la narración, esta soledad coincide con la silencio de la Naturaleza y de los Dioses. El aórgico, como lo llama el poeta alemán, ya no habla y Empédocles se queda sin "amor". La tragedia, en estado de materia prima en manos de su modelador, se ha visto muy alterada, porque la búsqueda de la perfección poética corresponde a una concepción del retorno al Uno y al Todo en la que, epílogo aparte, el propio Hölderlin parece haberse identificado.  


De Adán a Tántalo

El auge y la caída de Empédocles como poeta se relacionan con la tensión entre aórgico (Naturaleza, Dioses, Infinito) e orgánico (Arte, terminado); más precisamente, tienen que ver con la función de la palabra en la poesía, según Hölderlin. A partir del famoso ensayo heideggeriano sobre Poema de Hölderlin - que tampoco examina tragedias como Muerte de Empédocles, pero se centra en la letra - el ascenso y el ocaso del Poeta coinciden con dos figuras precisas: Adán y, en la tragedia de aquí, Tántalo. Empédocles en su máximo esplendor es un Adán: nombrando la Naturaleza y los Dioses, los abstrae del Caos primordial y los hace inteligibles, lo que Heidegger llama el fundamento del ser a través de la palabra (Worthafte stiftung des seins). A partir de este momento, la historia se hace posible (Historia) y el hombre puede testimoniar su pertenencia a la tierra [ 1 ]. En virtud de este testimonio, de esta pertenencia, el hombre (el Poeta) establece una entrevista autentica con lo que nombra:

“Desde que somos una entrevista ̶̶ el hombre ha experimentado y nombrado muchos dioses. Dado que el lenguaje se produce automáticamente como una entrevista, los dioses acuden a la palabra y aparece un mundo. Pero una vez más debe observarse que la presencia de los dioses y la aparición del mundo no son una consecuencia derivada de la ocurrencia del lenguaje, sino que son contemporáneos a él […] Pero los dioses sólo pueden llegar a la palabra si ellos mismos nos llaman y reclaman. La palabra que nombra a los dioses es siempre una respuesta a este llamado". [ 2 ]

Empédocles alcanza las cumbres poéticas más altas sólo mientras logra mantener contemporáneos aórgicos y orgánicos, Naturaleza y Arte. De hecho, el fundamento del ser en la palabra no significa en modo alguno abstraer de la nada a las deidades nombradas; como nos explica el mismo Heidegger, significa que las propias deidades sugieren al Poeta las palabras con las que las llama. Ambos existen simultáneamente y la Palabra es el medio a través del cual el Poeta (hombre) y los Dioses o la Naturaleza (según la visión panteísta) coexisten en el mundo. Y el tiempo se hace historia gracias a la presentificación de la aorgía, operada por la palabra. Al nombrarlos, las cosas finalmente pueden ser plenamente lo que son; la Entidad puede ser conocida por lo que realmente es. En este sentido hablamos de una palabra esencial [ 3 ], y el Ser puede revelarse como evento (ereignis).

En la ocurrencia automática del lenguaje, Hölderlin nos dice que el hombre/Poeta vive feliz su vida, porque está en presencia de los Dioses, vive en unidad con ellos. Sin embargo, ha sucedido algo dramático y ya no es posible para Empédocles disfrutar del antiguo gozo, es decir, de la auténtica intimidad con el aórgico. Los amplios pasajes del grito del poeta Hölderliniano, en el texto del primer borrador del trabajo.

“[…] Oh naturaleza íntima, que eres ante mí, ¿no reconoces ya al amigo, al amado, no reconoces en mí a ese sacerdote que te ofreció su canto de vida como sangre inmolada con alegría en el sacrificio? […] ¿Estoy solo? ¿Y aquí arriba también es de noche durante el día? Ay, el que más que ningún otro miró hacia arriba, ahora ciega a tientas... Dioses míos, ¿dónde estáis? ¿Me abandonas como un mendigo? ¿Y has repudiado este corazón que con amor te predijo, lo has apretado con lazos innobles, el que nació libre, que existía para sí mismo y no estaba sujeto a nadie? ¿Y debo aguantar todo esto? ¿Como los débiles que en el terrible Tártaro son clavados, día tras día, al antiguo castigo? [...] Bien te conocí, obré contigo, según me dictaba mi espíritu guiado por ti, así te conocí, así viviste en mí... ¡Ay no! No fue un sueño; con el corazón te sentí, éter silencioso, cuando el error humano se apoderó de mi alma y tú, gran conciliador, me sanaste con tu aliento. […] La culpa es tuya, miserable Tántalo. Profanasteis el santuario, con soberbia soberbia quebrantasteis el pacto. Cuando los genios del mundo, oh desgraciado, se fundieron en ti en el amor, pensaste en ti solo y te ilusionaste, vil necio, que los celestiales, los benignos, se habían vendido a ti como tontos esclavos. [...] " [ 4 ]

De nuevo, es el sacerdote. Hermócrates, que salió de Agrigento para desenmascararlo definitivamente ante los ojos del pueblo, que en un segundo tiempo, quiere anular la abjuración anterior, para esclarecer lo sucedido. 

“Los Dioses lo amaron mucho, pero no es el primero que luego rechazaron en la oscuridad de la inconsciencia desde las alturas de su favor, porque en el exceso de su fortuna también él olvidó las distancias y se consideró único; por lo que fue castigado con una soledad infinita. […] Soñador peligroso, afirma, como los viejos soberbios que migran por las calles de Asia, que un día originaron a los Dioses de su palabra. Entonces el mundo inmenso, viviente, opulento, se presenta ante él como una propiedad suya perdida, e inmensas ansias arden en el pecho, y esta llama, dondequiera que golpea, abre paso. [...] " [ 5 ]

Caspar David Friedrich, "Salida de la luna en el mar", 1822

La razón de la caída de Empédocles radica pues en la interrupción de la auténtica conversación entre él y la Naturaleza/divinidad. La contemporaneidad entre aórgico y orgánico (palabra) y la suya se ha roto pecado de arrogancia, por la que busca expiación, radica en haber hecho del lenguaje el prius temporal: la palabra evoca a los dioses pretendiendo darles vida. Ya no testigo (pues el lenguaje ya no se da en el sentido heideggeriano), sino creador del mundo circundante. Es el fin de la felicidad en la tierra; es la supuesta victoria de lo particular (Empédocles o el hombre) sobre lo universal, que le está excluido para siempre. Como un Tántaloahora el mundo se presenta ante él como un Tártaro agonizante y los días en que, como Adán, supo leer la Naturaleza, parecen lejanos. No Uno y Todo, sino sólo uno, un átomo perdido, incapaz de habitar poéticamente el mundo, o de entablar una relación sin pretender dominarlo.

También Pausanias, el alumno predilecto, que trata de alejar a Empédocles del trágico epílogo de su destino, contribuye a esclarecer aún más el dolor de su maestro cuando, de corazón, trata de consolarlo:

"Por tus acciones te conocí, cuando en el estado bárbaro diste forma y sentido y experimenté el poder de tu espíritu y de tu mundo cuando una de tus palabras, en el instante consagrado, suscitó en mí muchos años y luego un 'era nuevo y hermoso; y como el manso ciervo que piensa en su tierra natal cuando aleja el bosque, tantas veces mi corazón latía si hablabas de la felicidad del mundo primitivo, y tal vez no esbozabas los años futuros frente a mí, como lo hace el artista que ¿inserta un elemento en su cuadro y llena el vacío?”. [ 6 ]

Empédocles está turbado por las palabras de su discípulo, porque Pausanias, sin comprenderlo, venera esa soberbia que lo llevó a la perdición. “Instante consagrado” significa esto: el sacerdote consagra en el sentido de que da vida a lo que no tiene existencia propia. Lo que Pausanias admira y siente nostalgia es aquello por lo que Empédocles contempla la expiación. Como se mencionó, la contemporaneidad entre aórgico y orgánico, la tensión cinética (Todavía en pie del Bewegung - quedarse quieto en el movimiento) entre lo universal y lo particular, para lo cual el segundo no debe percibir al primero como una oposición, sino como su destino, sin por ello renunciar a ser lo que es, a saber, lo particular. los pecado mortal de Empédocles reside en la pretensión de conferir primacía a lo orgánico, a la palabra, determinando el eclipse de los Dioses.

Escribe la esteticóloga Rosario Assunto, a quien debemos la traducción -fechada en 1948̶ de pasajes elegidos por los ensayos Hölderlinianos sobre fundamento de la poesia, que nombrar las cosas, como un Adán, significa sacarlas para siempre de la trampa de la materia efímera para entregarlas a la eternidad:

“Adán se nos aparece como un poeta, en el sentido etimológico de la palabra, (Dichter, ed) creador de las cosas en la medida en que las nombra y, al nombrarlas, cura la fisura entre él y el otro que se encuentra frente a él como un opuesto, reconoce que esa no es su negación, pues ambos concuerdan en la objetividad que se declara en lenguaje". [ 7 ]

Supuesto, a diferencia de Heidegger, atribuye un poder excesivo a Empédocles (el Poeta): al nombrar las cosas, extrayéndolas de un Todo indistinto, el Poeta se convierte en su creador. Pero habiendo hecho del mundo su artificio lo condenó al silencio de los Dioses. Además, Assunto nos ofrece un Hölderlin esteta, en el sentido de considerar la estética como parte integrante de la ontología: la belleza "es presencia absoluta, garantía de la verdad, incluso una con la verdad absoluta". [ 8 ]; El filósofo de Messkirch, por otro lado, considera la estética dentro de los límites de la metafísica.

Hiemer, “Friedrich Hölderlin”, 1792

El retorno al Uno y al Todo. Etna como símbolo del centro

El individuo (el hombre/Poeta) se encuentra frente a lo órgico, o lo Universal en constante tensión. ES una lucha por no naufragar en un universal indistinto, en el que se pierde el rastro de la propia razón de ser. La incompletud de la Muerte de Empédocles se revela en esta falta: el vértigo del salto fatal al fuego del Etna no se describe, aunque lo hace presagiar. monte Etna ¿Tiene un significado simbólico específico en la economía de la tragedia? El poeta alemán escribe en Fundación de Empédocles

“Este sentimiento representa, quizás, el más elevado que uno puede sentir, cuando los dos opuestos, el hombre hecho universal y espiritualmente vivo, hecho aórgico de una manera genuina por el arte, y la forma hermosa de la naturaleza se encuentran. Este sentimiento es quizás el más sublime que el hombre puede experimentar, porque […] su unión es más infinita. En el centro está la lucha y la muerte del individuo, ese momento en que lo orgánico pone su individualidad, su existencia particular, que se había vuelto un extremo, y lo aórgico pone su universalidad, no en una mezcla ideal, como al principio, pero en una lucha extrema y real". [ 9 ]

Esta lucha extrema y real, escribe Hölderlin, se libra con la apuesta en juego conquista de un centro, que será diferente al de la unidad original. Originalmente, es decir, la Naturaleza y el Arte vivían en una unidad confusa. Cuando el lenguaje ha alcanzado un mayor grado de diferenciación, nombrando la Naturaleza, transformándola en cultura, Empédocles "distingue, piensa, compara, crea, organiza y se organiza cuando más (ed) está menos presente para sí mismo y en la medida en que es menos consciente de sí mismo” [ 10 ].

Un mayor grado de diferenciación corresponde a una mayor implicación dentro de los límites de la propia época. El poeta alemán, en cambio, quiere salvar la individualidad de Empédocles de estos límites, y el sacrificio en el etna constituye el camino necesario para la realización de su libertad como Poeta. En sus laderas se producirá la pacificación: lo aórgico depositará su universalidad y lo orgánico su particularidad, intercambiándose la acción: lo orgánico se universalizará y lo aórgico llegará al extremo opuesto, individualizándose. Lo que sucederá después de que el volcán se haya tragado a Empédocles no será retroceder al original, sino avanzar hacia una nueva unidad; el primero, que es ideal, procede "más en función del todo que del individuo", por el contrario el segundo, que en cambio se mueve de las pasiones del individuo [ 11 ].

En Hölderlin hay, por tanto, dos tipos de unidad: la antigua u original, que impregna la tragedia como una intuición intelectual, por tanto ideal y que hace uso de la palabra; y la que, a través de la muerte del poeta, supera el lenguaje poético y repara la ruptura del pacto original entre aórgico y orgánico. El contraste entre el cuidado continuo y la permanencia del espíritu es la lucha del Poeta atrapado en las tramas de una contingencia no animada por soplo divino, del que es emperador sin cetro: no hay'amor, extinguido con el abandono de los dioses. No por mucho tiempo.

“Aquí quedo, sereno, ya que la hora nueva, largamente establecida, se prepara para mí. Ya no en imagen, no como siempre, en la fugaz fortuna de los mortales, sino en la muerte, descubro a los vivos”. [ 12 ]

Caspar David Friedrich, “Dos hombres frente a la luna”, 1825-30

Nota:

[ 1 ] Martín Heidegger, la poesía de Hölderlin, pags. 44, Adelphi, Milán, 1988

[ 2 ] Ivi, Pp-48 49

[ 3 ] M.Heidegger, en esto, pág. 50

[ 4 ] F. Hölderlin, Muerte de Empédocles, pags. 62-73, (primer borrador) Trad.it Ervino Pocar, Garzanti, Milán, 2005

[ 5 ] Ivi, pág. 35

[ 6 ] Ibid, pág. 26

[ 7 ] F. Hölderlin, esencia de la poesia, pags. 6, Solfanelli, Chieti, 2019

[ 8 ] Ivi, pág. 50

[ 9 ] Ivi, pág. 29

[ 10 ] F. Hölderlin, Escritos estéticos, página 87, SE, 2004, Milán

[ 11 ] F. Hölderlin, Ibíd. página. 128

[ 12 ] F. Hölderlin, Muerte de Empédocles, pags. 209, (tercer borrador), Trad.it Ervino Pocar, Garzanti, Milán, 2005


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