Lupercalia: las celebraciones catárticas de febrero

por Ascanio Módena Altieri
publicado originalmente en El intelectual disidente

 

Los primeros rayos de la civilización de Roma y del mito nacional italiano comienzan su obra grandiosa entre los distritos de la Tierra. El Monte Palatino es el hogar de la loba, la nodriza, salvadora de la divina pareja de infantes de las aguas del Tíber y del malvado rey de Alba Longa Amulio. En las laderas del futuro Colle dei Principi, con altos robles y bosques fabulosos, está la Lupercale, la cueva mítica, hogar de la feria fatal, donde la sangre de la presa y la leche de los senos se mezclan en una combinación de colores que , entre unos siglos, se convertirá en una impronta ritual y celebratoria imperecedera. Sin embargo, las ayudas al auspicioso destino no pudieron demorarse: los pastores consanguíneos, Faustulus y Plistinus, encontraron a los dos nobles en pañales y, con el sagrado consentimiento de la bestia femenina, decidieron llevarlos a su choza en la colina, listos un día, para decir qué sangre más digna es la que brota en sus venas. En un principio fue Acca Larenzia, esposa de Faustolo, quien cuidó de los hijos del dios Marte y Rea Silvia, en la casa del Palatino, hasta que las dos se apropiaron, por caminos distintos, del destino ya marcado.