Ver lo invisible. El arte de Alessandra Maxàculi

Artistas como Maxàculi nos recuerdan que la belleza y la verdad están íntimamente relacionadas: la verdad, en griego άλήθεια, es literalmente "no olvido", y la belleza es lo que permite al hombre recordar lo que ha olvidado, recuperar la posesión de ese tesoro que yace escondido en el corazón de todos, ese "fondo de omnisciencia" del que hablan los textos budistas. El arte se convierte entonces en un puente que se extiende hacia el Infinito, una fisura que permite escapar de la prisión del espacio y del tiempo, y así escapar del devenir y de la muerte.

di flavio ferraro

Si reflexionamos sobre la época en que nació arte informal, nos damos cuenta de que se desarrolla aproximadamente en los mismos años en que se afirman corrientes de pensamiento como la deconstrucción y el postestructuralismo, que sitúan en el centro de su reflexión la disolución del sujeto. Si la forma no es, como en el sentido corriente del término, el aspecto exterior o visible de una cosa, sino el modelo o el paradigma de lo que se manifiesta (y por tanto es anterior a la cosa manifestada, como el alma es anterior al cuerpo), es fácil comprender lo que representa desde un punto de vista metafísico un arte deliberadamente informe. Lo que consideramos hoy arte abstracto no tiene nada en común con la abstracción del arte tradicional, que se refería a ideas en el sentido platónico del término, pero es simplemente un arte al que se le ha quitado todo sentido, y que sólo puede expresar su propia desintegración.

Afortunadamente, hay raras excepciones, y aún hoy es posible encontrar artistas para quienes la abstracción no es simplemente la desaparición de la figura, sino el intento de volver de lo particular a lo universal, captando lo esencial en el sentido auténtico del término; pero se puede decir que elarte contemporáneo es muy a menudo literalmente insignificante, porque ha optado por romper todo vínculo con lo que es el principio de toda manifestación. Estamos asediado por signos, pero su incesante proliferación oculta que ya no tienen ningún sentido, y cuando las cosas pierden su sentido mueren.

Si se nos permite utilizar una imagen que es sólo aparentemente paradójica, es como si el individuo posmoderno mira para no ver: para no ver, en última instancia, esa nada que lo rodea y que la sociedad del simulacro -donde la simulación ocupa el lugar de la realidad hasta volverse más real que lo que imita - intenta por todos los medios ocultarse llenando el espacio de signos inconexos, un espacio que se satura tanto de imágenes que impide la visión, una especie de fondo opaco, un agujero negro en el que se derrumban cuerpos y objetos.

Bueno, entre los artistas que se oponen a esta degeneración de la imagen (y de la visión), ciertamente podemos contar Alessandra Maxaculi, artista ítalo-griego cuya polifacética actividad abarca la pintura al óleo, el dibujo y el grabado, con especial predilección por técnicas antiguas -y hoy en día bastante abandonadas- como la xilografía. "El tiempo y el espacio de mis obras es indefinido, nebuloso y primordial", dice Maxaculi. Y primordial nos parece un adjetivo que representa bien su arte, en el que el límite entre figura y abstracción es siempre tenue y difuminado, y donde las infinitas tonalidades del negro dan vida a visiones sumamente rigurosas y esenciales, y al mismo tiempo vívidas y iridiscente en el paso de luces y sombras.

Son obras hipnóticas, a veces alienantes, donde signos, símbolos y figuras parecen surgir de profundidades insondables, y donde lo que el ojo es capaz de captar y descifrar nunca tiene nada de satisfactorio y consolador, sino que parece una especie de viático de lo invisible, una invitación a un viaje a reinos arquetípicos y numinosos, en la conciencia de que la imagen a la que apunta el artista no puede verse en el papel, en el lienzo o en los colores, precisamente porque primero fue concebida a través de lo que, en rigor, puede definirse como un acto contemplativo incluso antes que sensorial. , y sólo más tarde fue imitado en forma visible.

Es como si el artista intentara, y nosotros con ella, volver -a través de lo que aparentemente es su opuesto, que es el negro- a ese blanco, ese no-color del que derivan todos los colores y sus infinitos matices. que no son más que las diferenciaciones. El blanco y el negro, la luz y la oscuridad, lo visible y lo invisible se alternan, chocan y se interpenetran a través de un signo intenso y vibrante., pero este juego de reverberaciones animado por un ritmo apretado y de absoluta precisión, no tiene nada de dualista ni maniqueo, sino que tiende a reconducir estos dos principios -aparentemente opuestos, pero en realidad complementarios- a la unidad de la que derivan.

La operación del artista pierde entonces todo carácter meramente subjetivo y contingente, y se convierte en un acto hierático, un rito capaz de transmutar lo visible, dejando ver su principio inmanifestado.: la imagen se convierte así en manifestación de lo invisible, símbolo de un más allá al que sólo se puede aludir. Maxàculi, artista tradicional en el sentido que Coomaraswamy le dio a esta expresión, no ha olvidado lo que para Platón -y para el Filosofía Perennis en general - es el propósito del arte: recuérdanos las verdades eternas, esas verdades que el alma "vio" antes de su caída en el mundo de la multiplicidad y que ahora, revestida de un cuerpo, ya no puede recordar.

Artistas como Maxàculi nos recuerdan que la belleza y la verdad están íntimamente relacionadas: verdad, en griego άλήθεια, es literalmente "no olvido", y la belleza es lo que permite al hombre recordar lo que ha olvidado, recuperar la posesión de ese tesoro que yace escondido en el corazón de todos, ese "fondo de omnisciencia" del que hablan los textos budistas. El arte se convierte entonces en un puente que se extiende hacia el Infinito, una fisura que permite escapar de la prisión del espacio y del tiempo, y así escapar del devenir y de la muerte.

“Quien no imagina formas más nítidas y mejores que las que pueden ver este mortífero ojo mortal, no imagina nada”, dice. William Blake, un artista muy querido por Maxàculi; es con el ojo del corazón, como enseñan los maestros sufíes, que se ven las realidades esenciales, ese ojo inmortal que es el único capaz de captar esa verdad intangible, incolora e invisible, que ni las palabras ni las imágenes podrán jamás expresar completamente. Si quieres ver, tienes que cerrar los ojos.: Alessandra Maxàculi, ferviente lectora de textos metafísicos y sapienciales, lo ha entendido bien, y de ahí también deriva el profundo encanto que emanan sus obras, tan inquietantes y desconocidas.

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