Consideraciones sobre la cuestión del jerolenguaje en la Edad Media (I)

El verdadero origen del lenguaje verbal es un misterio que se pierde en las brumas del pasado más remoto de la humanidad. Este tema universal y transversal (que está ligado al del poder arcano de la palabra y en particular a la evocación de los Nombres Divinos) en la civilización occidental ha sido objeto de reflexión especulativa y teológica desde los tiempos de la filosofía griega, manteniendo su centralidad también en la cultura filosófica de la Edad Media cristiana.

di Iari Padan

Portada: Pieter Brueghel el Viejo, Torre de babel; Parte 1 de 2

Durante la Edad Media occidental la reflexión filosófica sobre la naturaleza y el origen del lenguaje humano tiene lugar en el contexto del pensamiento filosófico-teológico cristiano, el cual, a lo largo de una era más que milenaria, ha mantenido notoriamente una hegemonía cultural casi total. Ello si bien, sobre esta cuestión (como sobre tantas otras en el ámbito filosófico, científico, artístico...), habrá aportes culturales nada desdeñables provenientes de la tradición judía e islámica, como podremos ilustrar. Para abordar el punto inicial de la pregunta, será necesario subrayar, una vez más, cuán fundamental fue el papel de la Biblia para la Edad Media cristiana, cuán cercana estuvo la tradición teológico-filosófica de la época, y cuán significativo fue su papel. papel de libro sagrado por definicin, una condicin extremadamente polifactica debido a su esencia misma de testo.

Desde los primeros siglos, la tradición cristiana considera filosofía y teología como dos áreas profundamente interconectadas, pero lejos de situarse al mismo nivel: la filosofía en sentido estricto, en efecto, sólo puede ser un mero camino preparatorio destinado a poseer las herramientas con las que abordar el estudio teológico. Se teoriza una clara subdivisión jerárquica de las dos disciplinas desde el pensamiento de San Agustín de Hipona (354 - 430), y luego se radicalizó en la tradición escolástica (en particular gracias a Buenaventura de Bagnoregio y Tomás de Aquino): si la teología es ciertamente la domina la cienciatoda la tradición filosófica anterior y posterior al advenimiento del cristianismo sólo puede revelarse, a lo sumo, como un ancilla theologiae, por tanto, una disciplina sometida y literalmente al servicio del auténtico conocimiento de la verdad religiosa.

Y, en el contexto cultural de la Edad Media, por todo lo que se sabía sobre la revelación divina y el orden del mundo, se apelaba a la tradición de auctorita. Del verbo augeo o "crecer", "fortalecer", "aumentar" tienes los adjetivos Agosto, automático y el sustantivo autoridad; por la tradición romana, de la que la cultura medieval está impregnada en muchos sentidos (piénsese en la idea misma de Imperium, custodiada por Bizancio, restaurada por Carlomagno y de la que la Iglesia Católica se jactará extraoficial y extensamente) laautoridad era lo que transmitía la grandeza del pasado, era la mos maiorum de los antepasados ​​(y recordar el apóstrofe de Farinata degli Uberti a Dante: "¿Quién sino el más grande?"), Y dijo autoridad estaba representado por las reglas establecidas por los grandes ejemplo de Tradición.

En el curso de la Edad Media cristiana, por lo tanto, el papel principal auctorita se toma ante todo de los libros canónicos de la Biblia; en segundo lugar, de las enseñanzas impuestas por el cristianismo histórico: el pensamiento y la obra de los Padres de la Iglesia de la antigüedad tardía y más tarde de los grandes magistri estudiantes universitarios, o las figuras eminentes de eruditos y profesores universitarios que son también y sobre todo personalidades religiosas importantes. Un ejemplo para todos, en este sentido, puede ser el de San Alberto Magno, Doctor de la Iglesia conocido con el epíteto de médico universal (también porque es una figura distinguida de alquimista y mago...). Todo ello además de lo que quedaba del inmenso patrimonio de fuentes clásicas, y por tanto paganas, ampliamente revisadas y corregidas desde la perspectiva cristiana según una constante y reiterada comparación con las citadas autoridad bíblico.

Es indicativo, además, que la cuerpo de textos bíblicos se conserva y se transmite en la cultura europea, a través de la época medieval, con el nombre griego de La Biblia, o "los libros" por definición, constituyendo un canon paradigmático universalmente conocido, que no requiere mayores especificaciones. Cualquier tema de conocimiento, por lo tanto, se evalúa y estudia a la luz de la revelación bíblica. Como se ha señalado entre otros Jacques Le Goff, es necesario comprender cuán profundamente este auténtico "paradigma" bíblico fue constitutivo en el sistema ideológico-cultural en el que se inserta el hombre de la Edad Media, y en consecuencia el intelectual de la Edad Media. Es así que, para los pensadores y grandes autores activos en esta época, era bastante natural que el lenguaje constituyera un objeto de estudio privilegiado. Por un lado, en efecto, estaban las condiciones mismas de la transmisión cultural que, junto a las grandes expresiones artísticas cuyo papel central juega la arquitectura de las catedrales, estaba casi totalmente confiada a la lectura y exégesis del texto bíblico; por otra parte, la tradición patrística conserva la herencia platónico-cristiana de la visión teológica de Jesús como Λόϒος encarnar.

Notoriamente, en efecto, la filosofía cristiana tardoantigua y luego medieval encuentra las herramientas indispensables para comprender y hacer comprender la verdad revelada por Cristo en la mayoría de los conceptos de la filosofía griega, especialmente en la tradición aristotélica pero también en el neoplatonismo de la primeros siglos. Platón y el (neo) platonismo están, de hecho, en todas partes en la cultura medieval (aunque "de incógnito" porque están eclipsados ​​​​por la superpotencia deAristotelismo, especialmente tras la llegada a Occidente de las obras de Stagirita traducidas y comentadas por estudiosos árabes y judíos a partir del siglo XII), gracias a obras como las de Origen, de Agostino, de Boecio, del importantísimo comentario al Timeo escrito en latín por Calcidio, hasta Escolástica (sobre todo en el contexto de la Escuela de Chartres), sin olvidar la importancia e influencia del maestro islámico Avicena (Afshana 980 - Hamadan 1037). Por tanto, es esta misma naturaleza del texto bíblico, recibido como Sagrada Escritura y aún antes como Palabra, lo que lleva a los estudiosos de la Edad Media a investigar los enigmas del lenguaje humano.

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Francisco de Goya, Adoración del Nombre de Dios, 1772

Problemas ontológico-lingüísticos en Génesis abordado por la filosofía cristiana: la Palabra y el Nombre

El esfuerzo interpretativo de este tema se ha concentrado durante siglos en particular en el libro de Génesis; esto se debe a que en sus primeros once capítulos hay una verdadera especulación sobre orígenes del lenguaje y sobre la ontología lingüística, que se articula a través de dos ejes fundamentales. El primero, "fundamental" en todos los sentidos, es el de creatio caeli et terrae que tiene lugar, de hecho, a través de la articulación de la palabra divina (Génesis I, 1-31); está idealmente conectado con el de los llamados nominación rerum de Adán (II, 19-20). Unos capítulos más adelante, pero con un pasaje de muchas épocas según la cronología del relato bíblico, encontramos en cambio el episodio que narra la confusión linguarum de los pueblos de la Tierra tras el intento de construcción de la mítica Torre de Babel (X, XI). En estos primeros once capítulos (los llamados Urgescheichte, historia de los orígenes) existen, pues, considerables reflexiones lingüísticas y semióticas, que se convierten en los nodos temáticos investigados por los grandes padres de la iglesia y por los grandes comentaristas medievales; los mismos en los que se basará, en el siglo XIV, El análisis de Dante en De la elocuencia vulgar, cuyo primer libro asume así las características de un comentario original sobre el Génesis.

De acuerdo con los dictados de la Sagrada Escritura, lo dicho no es, pues, sólo una palabra su Dios, pero también Palabra di Dios; esto es lo que Pablo ya subrayó (en Th. II, 13; Ef. VI, 17 y He. IV, 12), el primer gran constructor del edificio doctrinal-ideológico cristiano. El Dios judeocristiano puede, de hecho, verse a sí mismo como un "Dios lingüístico", tanto en eso depositario de la Palabra; y porque se manifestó a través de la escritura y la narración, habiendo hablado a través de los hombres y con un lenguaje que puede ser entendido por los oídos humanos. Respecto a este último punto, existe toda una tradición de estudios medievales sobre cómo Dios se ha manifestado realmente en el curso de la historia, dirigiéndose a los Progenitores, a los Patriarcas, a los Profetas hasta los Apóstoles; si las modalidades de esta manifestación ocurrieron a través de fenómenos celestes, o a través de formas de inspiración interior (como argumenta, por ejemplo, Ugo da San Vittore en su de sacramentis, sobre el lenguaje usado entre Dios y Adán) y así sucesivamente.

Además de esto, la reflexión patrística se ocupará principalmente de otro problema filosófico-lingüístico relacionado con Génesis: la de Adán nomotet. El mito axiológico judeo-cristiano de los Orígenes atribuye al Progenitor el poder de nombrar las cosas (Génesis II, 19-20); de este modo, parece evidente que Adán está sujeto a Dios como la criatura a su Creador, pero la naturaleza, y en particular los seres vivos, están también sujetos al poder del hombre. Por eso el Señor le presenta a Adán los animales creados en los días anteriores y, como para investirlo de una soberanía, le concede el privilegio de darles un nombre. los lenguaje bíblico, que es lenguaje religioso y simbólico además de narrativo, significa por tanto que el nombre impuesto a las cosas no es una simple indicación conceptual, sino que denota un valor preciso de posesión: sólo quien tiene autoridad es capaz de dar un nombre a un sujeto, y por lo tanto de cuestionar ese sujeto, de e-vocalizarlo.

Johan Wenzel Peter, Adán y Eva en el paraíso terrenal, alrededor de 1800-1829

Este es un poder casi divino, pero al mismo tiempo primordialmente humano, cuya concepción retorna puntualmente en las más dispares tradiciones. Se sabe que es peculiar y dogmático en la Tradición judía, con el concepto de Tetragrama, el terrible Nombre divino compuesto de las cuatro letras impronunciables, que solo relativamente más recientemente habría sido reemplazado por una serie de nombres atributivos como Adonis ("El Señor"), El Shadday ("El Todopoderoso") y sobre todo Elohim (que esencialmente significa "el Eterno" y también declina un importante maiestatis plural), que eluden la cuestión refiriéndose a Dios con una de sus características en lugar de apelar directamente a él. El nombre Elohim, así como la de El Elyón ("El Altísimo"), deriva de la misma base léxica semítica delAlá árabe, con cuya invocación se abre cada sura del Corán, en un procedimiento ritual que sigue casi el mismo concepto.

Un concepto, el de tremendo poder ligado a la evocación de nombres divinos, ya evidente en la antigüedad del Egipto faraónico (como recuerda Plutarco en su De Isis y Osiris), tanto como en Roma encontramos la tradición del nombre secreto de la ciudad. Este nombre ancestral y misterioso, cuyo poder era ocultar la esencia misma de Roma, habría sido transmitido por el propio Rómulo a los pontífices más tarde (en particular a los sacerdotes Salii, custodios del culto de Marte pero también de las deidades más antiguas y en realidad innombrable, como Tacita Muta) a través de los siglos hasta la época imperial, en total clandestinidad. Un secreto roto solo por la imprudencia del tribuno de la plebe Quinto Valerio Sorano, quien habría revelado el mencionado nombre sagrado, solo para ser rápidamente ejecutado a pesar de la ascendencia noble patricia, como culpable de alta traición (la historia, aunque oscura, se remonta al período de la guerra civil entre Mario y Silla en el siglo I). BC y es recordado por autores como Plinio el Viejo y Servio Mario Onorato).

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Nuevamente, encontramos la misma idea cuando llegamos a un contexto cristiano, si al pronunciar la Señal de la Cruz el Dios Triuno en persona (o más bien en personae). Volviendo así a Génesis IIde hecho, Adán, que nombra a los animales, ejerce uno sobre ellos poder demiúrgico, dando así un orden a la realidad: precisamente a través del lenguaje, el hombre realiza una creación nueva y personal, aunque subordinada e intrínseca a la Creación divina. Adán es así nomotet, llama a cada animal "nomibus suis», «Con sus nombres» según el vulgata por Girolamo. Este pasaje del texto en realidad abre otra pregunta muy delicada, sobre la cual la mayoría de los comentaristas bíblicos medievales apoyarán la tesis paradójica de la carácter natural de la lengua de Adán, que habría sabido atribuir nombres a las cosas según su naturaleza pero al mismo tiempo arbitrariamente, o sobre la base de su acuerdo personal; Esta es, por ejemplo, la opinión de Juan de Salisbury (Salisbury 1110-Chartres 1170) y de Meister Eckart (Turingia 1260-Colonia 1327), el padre del gran místico alemán, quien lo comenta en su texto Expositio en Génesis.

Particularmente interesante e indicativo a este respecto es la cuestión de nombre de mujer: después del pasaje sobre la "nomenclatura zoológica", el relato del Génesis narra que Adán en realidad pronuncia las primeras palabras (al menos las relatadas en el texto), y lo hace refiriéndose a su pareja (Génesis II, 21-22). De hecho, es solo después de la Caída y la doble condenación de los Progenitores que leemos que la mujer es llamada Víspera (Hawwah), mientras que hasta entonces solo se la había llamado "la mujer" (virago en la Vulgata, que no sorprende, siendo el femenino literal de vir, es la traducción literal del hebreo issah, femenino de Ish, "hombre"). Precisamente el de Eva sería pues consecuencia de la naturaleza de lo que designa (así como el nombre de Adán denuncia su origen del barro, adamah): Hawwah se deriva de la raíz verbal hajá, "vivir", y es evidente que sólo después de la condenación a la muerte y la consecuente facultad femenina de generar vida, Eva toma el nombre asociado a su maternidad universal.

Cornelis van Poelenburch, La expulsión del paraíso, 1646

La idioma original (Adán) e le lenguas históricas (la Torre de Babel)

En este punto llegamos al otro gran problema de este primer "lado lingüístico" de Génesis, un problema decididamente fundamental e igualmente irresoluble: ¿qué idioma hablaba Adán? Necesariamente debe haber habido un idioma primordial, y el estudioso Massimiliano Corrado subraya cómo la idea de una monogénesis de las lenguas tiene un carácter específico a la civilización judeocristiana: del supuesto monoteísta se seguiría el concepto de una lengua primigenia única y perfecta, siendo el componente de unicidad de la perfección. El lenguaje de Adán, en consecuencia, es visto no sólo como Ursprache (idioma original), pero también cómo jerolenguaje (lenguaje sagrado): cualquier otra lengua posterior, habiendo nacido de una diferenciación y de una multiplicidad, habría perdido esta perfección, no siendo ni única ni perfecta, y podría, en el mejor de los casos, reproducir sólo parcialmente los rasgos de la original.

Esta es, por tanto, la doctrina dominante en el pensamiento hermenéutico, teológico y filosófico medieval frente a esta cuestión planteada en las Escrituras. Una posición apoyada por casi todos los Padres de la Iglesia, que ellos creyeron, por lo tanto, que ese idioma solo podia ser el hebreo, que de esta manera asumió una prioridad cronológica y teológica sobre cualquier otro idioma humano, del cual se reveló la matriz más antigua. Sólo la lengua del pueblo de Israel en la que está escrito el Antiguo Testamento, por lo tanto, fue la lengua original, también porque, lógicamente, precedió a la culpa babélica: y esta es la visión a la que se adhieren personalidades del calibre de Jerónimo (Epístola XVIII), Agustín (De Civitate Dei, XVI), Isidoro de Sevilla (Etimologías, IX, 1), Venerable Beda (De Rerum Natura), Peter Comestore (Historia Escolástica). Según todos los autores señalados (a diferencia de Gregorio de Nisa, un teólogo griego del siglo IV influenciado por Orígenes y el platonismo, quien sostiene que si Dios y Adán alguna vez hablaron, tal comunicación ciertamente no tuvo lugar en hebreo) un fuerte vínculo entre el episodio de Adam nomothet y el narrado en Génesis X-XI, o la del intento de construcción de la Torre de Babel y la consiguiente dispersión lingüística.

El tema lingüístico es luego retomado por el Génesis en este capítulo, en el que solemos ver una confirmación del carácter original de la lengua hebrea (iero), que permaneció única e incorruptible desde Adán hasta los constructores de Babel. Además, el mito de babel aportó una explicación al hecho evidente de la mutabilidad de las lenguas humanas a través del tiempo y el espacio: como es sabido, se dice de cómo, tras el Diluvio, los antiguos pueblos de Oriente se asentaron en la llanura de Sennaàr (situada al sur de Mesopotamia a lo largo del curso del Tigris, entre Babilonia y Asiria en el norte), donde, a instancias del rey gigante Nembrot o Nimrud, se inicia la construcción de una gran ciudad, cuya torre deberá elevarse hasta el cielo. (XI, 1-4) . Ahí figura legendaria de Nimrud tal vez esté vagamente inspirado en el histórico del emperador Sargón de Akkad (unificador de Mesopotamia hacia el 2280 a. C.), y además lleva otro nombre "natural" cuya raíz léxica indicaría lo mismo que el verbo Himrid, "rebelde". Dante, en el Comedia, se encontrará con "Nembròt" entre los Gigantes en el canto XXXI delInfierno; el personaje, "para los que mal entendidos / ni siquiera se usa un idioma en el mundo"Y que no por casualidad se expresa con palabras incomprensibles, también se mencionará, como veremos, en XXVI de Paradiso

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El texto del Génesis subraya cómo toda la humanidad reunida allí para la empresa habla realmente la misma lengua (XI, 1), situación que cambia radicalmente después de que Dios, comprensiblemente molesto por la iniciativa, provoca un profundo cambio en el código lingüístico humano: la los constructores imprudentes ya no se entienden y luego se dispersan por el mundo. En el'imagen de la ciudad-torre obviamente revive el recuerdo de Babilonia (el autor bíblico lo considera un nombre "motivado", haciéndolo derivar del verbo hebreo bala, "Confundir", mientras que la raíz acadia ahora está más confirmada bab-ilu, "Puerta de los Dioses") con sus ziqqurat, las torres más famosas del mundo antiguo.

Torre de babel, De Las horas de Bedford, Francia, París, hacia 1423

Aparte del recuerdo bastante malo que la Biblia generalmente registra de la ciudad y el reino de Babilonia (ver especialmente los libros de  Daniele y Isaia, Hasta que'Apocalipsis de Juan), legado de siglos de guerras de Israel contra los asirios y de la primera destrucción del Templo de Jerusalén en el período neobabilónico (siglos VII-VI aC), exégesis religiosa patrística y medieval interpretada la construcción de la Torre como signo de desafío prometeico al cielo, en un intento de la arrogancia humana de igualar el poder divino.

Por no hablar de otro problema que no deja de ser indiferente, como es el de las propias contradicciones narrativas y cronológicas que se encuentran entre Génesis X y XI: de hecho en el capítulo que precede al episodio de Babel, discutiendo sobre la descendencia de los hijos de Noé después del diluvio, hay claras referencias a que lenguas habladas por los tres linajes noaquitas sí ellos estaban ya diferenciado (Génesis X, 5 y X, 31). Se trata de discrepancias debidas a la evidente estructura compuesta del texto bíblico (pero no tan evidentes para el lector medieval del Pentateuco, que tradicionalmente atribuía la redacción de la obra al propio Moisés), que necesariamente eran interpretadas según los tiempos y posiciones teológicas. -filosófico.

Volviendo a la pregunta principal, laautoridad por lo tanto, la patrística había aceptado generalmente la creencia de que el hebreo era el idioma de la humanidad primigenia, generalmente porque, incluso aquí, la interpretación del tema varía según el autor que lo trata. Si Girolamo, en el siglo IV, tradujo el Antiguo Testamento no del griego de la Biblia de los Setenta sino directamente del hebreo (en un momento histórico en el que el conocimiento de esta lengua se desvanece cada vez más), Agustín, hombre de cultura y profundamente espantoso y el mayor representante del pensamiento cristiano en el momento de la disolución del Imperio Occidental, testimonia una paradójica situación lingüística y exegética. Esto se debe a que el pensamiento cristiano antes mencionado se basa en un Antiguo Testamento escrito en hebreo y un Nuevo escrito principalmente en griego; El problema del obispo de Hipona en su papel de intérprete de las Escrituras, texto divino por definición ("semejanza de Dios", como las define Agustín) es entender qué quiere decir exactamente el texto divino, y de ese texto sólo tiene Traducciones al latín, sin tener un conocimiento profundo ni del griego de los Evangelios ni del hebreo bíblico.

Mostrándose así, como escribió Umberto Eco, paladín de la hermenéutica bíblica pero ciertamente no de la filología, Agustín tampoco muestra necesidad de encontrar o intentar reconstruir el lenguaje hablado por Adán, estando a gusto con su latino convertido ahora (también gracias a él) en el gran lengua sagrada del cristianismo occidental. Y, un par de siglos después, Isidoro de Sevilla (c. 560-636) argumentará en Etimologías IX, 1, su convicción de que en cada caso de lenguas sagradas hay tres, ya que la inscripción colocada sobre la cruz era trilingüe. Desde un punto de vista cristiano, pues, eso sería suficiente para el creyente, dice Isidoro; el gran doctor de la Iglesia subraya también, refiriéndose a Gregorio de Nisa, cómo ahora sería difícil establecer qué lengua hablaba realmente Adán o incluso el mismo Señor cuando enunció el Fiat lux.

(sigue el parte 2)

Francisco de Hollanda, ilustración de De aetatibus mundi imagina, Portugal, siglo XVI

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