María, líder de los ejércitos (parte II)

Una aproximación alternativa al tema mariano, que nace de un análisis razonado de la dicotomía guerra-paz en la tradición cristiana.

di Antonio Bonifacio

Parte II de II – PARTE I CONTINUA

Fuente de vida de los romanos, Virgen, madre del divino Logos, tú sola marchaste a la batalla como luchadora junto a los emperadores [nacidos] en la cámara de Porpora. Reciben la corona de ti, porque te reciben en la cámara púrpura como un escudo invencible contra todas las cosas… Porque te reciben como un poder que lleva a la victoria sobre los enemigos.

Aclamación a la Theotokos

El tema de la virginidad como fuente de poder

Antes de continuar, es necesario establecer una ubicación precisa de los hechos que se mencionarán y así mostrar cómo el establecimiento del poder central en Constantinopla por parte del emperador bizantino produjo una brecha decisiva entre la mentalidad de Occidente y la de Oriente que posteriormente probablemente determinó, al profundizar las discrepancias, la separación de las dos iglesias, culminando esta divaricación en la cisma de 1054

En Oriente, remanente de un imperio que duraría hasta la conquista otomana de Constantinopla, se instauró una consolidación entre la Iglesia y la forma política que en Occidente, con la decadencia y el fin del dominio imperial romano y la deposición de Rómulo Augústulo, fracasaría, condenando así a esta parte del mundo cristiano a un largo período de tinieblas, destino que, por otra parte, no correría sobre Constantinopla que, por el contrario, viviría años espléndidos, aunque marcados por una constante beligerancia con diversos pueblos y culturas próximas. eso 

Empecemos, para fijar un punto de desarrollo, desde Cuarto Concilio Ecuménico de Calcedonia (451) que fue convocada y presidida por el emperador. Con ella se puso definitivamente fin a la controversia sobre la naturaleza de Cristo, enunciando el dogma de las dos naturalezas perfectas, inseparables pero distinto (fusión sin confusión) según la fórmula que se ha hecho oficial y rechazando así como heréticas las perspectivas monofisitas del archimandrita griego Eutiques, para quien la naturaleza de Cristo habría sido únicamente divina. Este resultado armoniza con las conclusiones dogmáticas asumidas por Concilio de Éfeso en orden a la naturaleza creatural de la Virgen llamada a dar vida biológica al Encarnado definiendo plenamente su papel en el plan de salvación.  

El arbitraje del emperador, en tan delicada disputa, podría suscitar asombro al observar las cosas desde un punto de vista actual y secular, sin embargo hay que tener debidamente en cuenta la estrecha relación, ya mencionada más arriba, que unía el poder imperial a Cristo, poder que tras estas fijaciones dogmáticas saldrá bien consolidado. L'emperadorde hecho, fue concebido como representante directo de Cristo en la tierra y de él recibió la tarea de administrar un imperio que se creía fundado y gobernado por el mismo Salvador. 

Por su suprema unción, el pueblo saludaba al emperador llamándolo "santo" y en consecuencia todo lo concerniente a su persona era sagrado, como lo era su imagen. Su retrato se consideró equivalente, aunque no idéntico, a su persona y, en determinadas circunstancias, este retrato de sí mismo recibió los mismos honores que si el emperador estuviera físicamente presente en la ocasión. En consecuencia cuando el “simulacro” reemplazó al basileo en ceremonias que tuvieron lugar lejos de Constantinopla, el pueblo lo aclamaba, como si estuviera realmente presente, con el grito de "santo" y también le daban el apelativo de "sagrado" y "divino". Su retrato fue incendiado, escoltado por antorchas y saludado por la postración (proscinesis), haciendo así un verdadero culto a su persona, en relación a su función de garante de un orden sobrenaturalmente establecido.

El soberano, narra el Velmans, autor de las anteriores observaciones, estaba en el centro de una doble relación mística, que por un lado lo unía con Cristo y por otro con su retrato (Tania Velmans: 2009, 15) Este vínculo simbiótico entre el poder imperial y el crisma religioso caracterizará la mitad oriental del Imperio hasta su extinción y encontrará su punto de apoyo en culto a la virgen, expresada por sus representaciones icónicas que se impondrán con el tiempo y cuya devoción será alimentada masivamente por la promoción imperial del culto, pues de esta manera honrar a uno era honrar al otro. La primera manifestación de esto ocurrió ya en el siglo V cuando se erigió una capilla (soros) dedicada al culto mariano en el interior del palacio imperial, queriendo establecer así un vínculo muy estrecho que perdurará a lo largo de los siglos y que hará de Constantinopla "la ciudad personal de la madre de Dios" como consecuencia de la culto imperial que allí se estableció. 

el complejo de Blakerne, continuamente "refinado" a lo largo de los siglos según las necesidades políticas, puede considerarse como el corazón de este culto ya que el lugar era el depósito de la preciosa reliquia del velo (o vestido) de la Virgen y también de iconos muy sagrados. Incluía tres edificios: la iglesia de Santa María, la citada capilla del relicario (hagia soros) Y el cuarto de baño (Hagión Lousma) que encuentra su fuente en un manantial de agua sagrado y milagroso que sigue siendo objeto de culto y por ello frecuentado por mujeres cristianas y musulmanas, al igual que otros santuarios marianos en países musulmanes. También era un lugar muy sagrado dividido en varias salas, adornadas con iconos. El agua se vertió en la palangana por las manos de una estatua de mármol de la Virgen. Una imagen de San Fotinos decoraba el centro de la cúpula. Cada año el 15 de agosto (fiesta de la Dormición) después de la adoración del Maphorion (velo sagrado) de la Virgen, el emperador practicaba una triple ablución en la piscina sagrada. 

El carácter regio de la Virgen encontró expresión en las diversas representaciones de la Virgen María representada con el suyo imperial y por lo tanto cómo María Regina (una imagen también está presente en Santa Maria Antiqua en Roma y es única en todo Occidente y que fue creada durante el período de ocupación bizantina de la ciudad). Todas estas señales de favor, bendición y protección serán herramientas idóneas para producir importantes consecuencias en el campo estrictamente político. 

En última instancia, este complejo, una vez aislado, cuya existencia se debió a la presencia de una fuente milagrosa de agua, solo luego se incorporará a las murallas de defensa convirtiéndose el centro de un verdadero culto militar, promoviendo la reliquia al papel de protectora efectiva de la capital de Oriente (la Segunda Roma) y en última instancia del propio Estado. 

Posición del palacio de Blacherne en la topografía de Constantinopla

Entre los diversos iconos conservados en el lugar, destaca por su uso protector el nombrado Blachernitisa. Es esa pintura característica que muestra el cuerpo clipado de Cristo superpuesto al vientre de la madre. La exhibición de este icono milagroso constituirá el medio de propaganda más eficaz y que el imperio promoverá en toda circunstancia, mostrando el vínculo indisoluble que unía a la Reina del Cielo con su imperio y con la persona o familia del emperador, estableciéndose así una relación simbiótica precisa e inextricable entre ambos sujetos.

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Icono de Blachernitissa 

No obstante, se nos permite un indispensable comentario sobre el tema en relación a los significados de la sagrada imagen para que se comprenda cabalmente su significado en esta zona tan cercana y, a la vez, tan lejana de nuestras costas. Somos conscientes de que cuando hablamos de "propaganda" utilizamos un modo de expresión moderno-contemporáneo poco adecuado para dar cuenta de circunstancias históricas en las que era inimaginable disputar que la autoridad imperial no derivaba del crisma celestial; si acaso deberíamos hablar en la circunstancia de "acciones de promoción" que provocaron un aumento del entusiasmo y consenso entre las diversas clases sociales. 

En particular, estas exhibiciones ceremoniales inflamaron el alma de millas y en todo caso, reavivar la fe de los súbditos en orden a la rectitud y sobre todo a la santidad del orden establecido, unió la estructura estratificada de la población, orientándola en una sola dirección de consenso. La indisolubilidad del vínculo que unía a la Virgen con su protegida de hecho, se extendió en escala piramidal a todos los habitantes del imperio que compartían por reflejo esta protección divina formando un solo cuerpo. 

Sin embargo, esto por sí solo no es suficiente para explicar la profundidad de esta relación y para comprender mejor su significado es necesario subrayar cómo las imágenes sagradas han tenido una historia simbólica muy diferente en las dos partes del mundo cristiano, como si un muro dividiera el rango de estas representaciones y como si la iconografía oriental (salvo la pausa de la iconoclasia, por supuesto) constituyera un universo separado en la concepción de la imagen.


Dos imperios, dos acercamientos a la imagen 

Los textos nos revelan ante las imágenes que el espacio figurativo bizantino sólo podía ser un lugar más allá de cualquier lugar o incluso un resplandeciente otro lugar. En este caso los artistas se inspiraron en los escritos de Platón o Plotino, los Padres y teólogos griegos, representando un espacio, o más bien un no-espacio, reducido a una superficie dorada. 

Tania Velman

A través de su matrimonio con la emperatriz de Bizancio, Carlomagno habría querido crear el imperio universal y por lo tanto reunir las dos mitades rotas en un solo cuerpo, o más bien soldar aquella fisura entre Oriente y Occidente producida a raíz de las circunstancias históricas conocidas, que nunca volvió a sanar. Esta reunificación fracasó por varias razones en las que no nos centraremos aquí y, en consecuencia, determinó el surgimiento y el surgimiento de una barrera cada vez mayor de diferencias entre Roma y Constantinopla que comenzó a seguir caminos históricos completamente diversificados, hasta llegar al citado cisma de 1054. La concepción religiosa del arte es un ejemplo esclarecedor ya la vez sintomático de esta progresiva divergencia. 

Teofuldo, el probable editor de los libros de Carolini, a quien podríamos adscribir a los teóricos fundamentales del arte occidental, afirmaba que el arte sacro tiene como único fin educar al pueblo y al mismo tiempo adornar adecuadamente los edificios sagrados y por tanto su uso correspondería esencialmente a una finalidad didáctico-pedagógica (sobre la que sin embargo tenemos dudas porque nos parece una simplificación excesiva); de lo contrario, en la concepción oriental, la representación sagrada es imaginada y experimentada como una carga de energía sagrada transmisible, ya que la representación es intermediaria entre este mundo y el siguiente. Este pasaje da plena cuenta de la declaración anterior:

La sacralización de la imagen bizantina se basó en la creencia de que existía un vínculo directo entre la representación y el representado. La imagen recibió las emanaciones de las "energías" de aquellos a quienes representaba. También se le atribuía el privilegio de la autenticidad, ya que se consideraba fiel a un modelo arquetípico (el prototipo), obtenido mediante un milagro acerca de Cristo, de una pintura hecha del natural por la Virgen, y de rostros vistos en un sueño para los santos.

Tania Velmans: 2009, 9

Este es el primer punto a tener en cuenta al abordar el tema de la exhibición del sagrado icono de la Virgen en diversas circunstancias, entre las cuales la que nos interesa en el contexto es precisamente la de la batalla. De hecho, es mucho más que un estandarte, ya que se presenta a la acción como una especie de depósito de energía divina, una especie de equivalente del arca del pacto, con el que la Virgen fue en realidad comparada teológicamente, que se vuelve contra los enemigos de Cristo para vencerlos. La segunda circunstancia que se puede recordar y que contribuye a formar el cuadro del papel del icono en la batalla es esta vez puramente ideológica y consiste en ese lento y progresivo traslado desde el mundo clásico anterior de los contenidos iconográficos de Tyche y Victoria que pasan con plena legitimidad a la Virgen, que asumió plenamente la función de las dos diosas "cívicas". 

La acuñación de monedas imperiales actúa como guía cronológica de este lento proceso de sustitución que puede seguirse examinando diacrónicamente su iconografía. De hecho, aunque los emperadores se declaran cristianos, todavía "juegan" con esas deidades paganas que pueden favorecer la victoria sobre los enemigos. El papel de estas entidades no sólo es importante, sino que podría decirse que representa un factor decisivo e imprescindible en el ejercicio de la dominación, como es sólo la victoria sobre el enemigo lo que legitima el poder imperial, haciendo casi ritualmente sagrado el enfrentamiento armado y con él sus vencedores cristianos. En el campo no solo peleaban los hombres sino otras fuerzas muy superiores a ellos y se expresaban como si fuera un juicio de calvario. 

Le diosas cívicas se reproducen tanto en el anverso como en el reverso de las monedas, a menudo junto a los gobernantes que las emparejan con gran familiaridad y con artificios "gramaticales" de planteamiento formal, cuyo significado sintáctico era perfectamente comprensible para los usuarios de la época. Las monedas circulan por todo el imperio (y más allá) y son el medio de comunicación más rápido y transversal que se pueda concebir, ya que es tocada simultáneamente por mil manos. Parece pues obvio que para celebrar sus éxitos en tal o cual campaña, los emperadores deberían mostrarse junto a las propias diosas como demostración del favor divino que les confiere. Allá moneda es un "eslogan televisivo" que nunca cesa hasta la muerte de ese emperador, para luego investir al siguiente con el mismo poder y quien, a su vez, acuñará "su" moneda celebrando la alianza divina con la primera victoria. 

A través de un lento proceso de transformación, Tyche y Victoria fueron reemplazadas por la imagen de Virgen torreón y victoriosa expresándose así, a través de una adecuada iconografía, la carácter abiertamente bélico asumido por la Theotokos. Esta sustitución de Atenea, Nike o Tyche Victoria inaugurada en el siglo VI con el emperador Justino sufrió una detención porque, durante mucho tiempo, los emperadores pretendieron acentuar el carácter dinástico de su investidura y por ello se les llamó porfirogenetas por haber nacido en la "cámara púrpura", una "dependencia" del palacio construida cerca de los edificios sagrados ya existentes de Blacherne cuya ubicación en el plano se ha visto anteriormente. 

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Palazzo del Potfirogeneta que forma parte del complejo Blacherne

Il palacio de Blaquernae era un palacio imperial ubicado en la parte noroeste de la ciudad, adosado a las murallas de la ciudad, donde el aire era más saludable y donde al mismo tiempo se asomaba el campo y el Cuerno de Oro. Allí estaba el sitio de la reliquia más sagrada de Theotokos: su velo o túnica (maphorión)— que presidía la salud de la ciudad de Constantinopla y de todo el imperio, en la paz y en la guerra.  

Aunque los testimonios de la crónica, que se producirán poco después, muestran a la Virgen como objeto de un intenso culto público y privado y si acaso comprometida -cuando las circunstancias lo requerían- principalmente en una labor defensiva de la Segunda Roma, objeto a lo largo de los siglos de las ávidas incursiones de varios pueblos que querían conquistarla, la documentación histórica sugiere que en el período inmediatamente posterior a la iconoclasia la reliquia de María se convirtió en el centro de interés de lo que se convertiría en un verdadero culto militar que iba mucho más allá de la perspectiva puramente defensiva de la "ciudad santa". El vestido de María, a partir de una reliquia, apta para la contemplación y por tanto imbuida de energía sobrenatural, cambió de naturaleza transformándose en un icono de guerra llevado a todas partes para cambiar el rumbo del conflicto a favor del Emperador, con los mismos fines, ya subrayados, que eran propios del arca del Antiguo Testamento.  

En este punto se hace necesario completar el cuadro con otro pilar argumentativo fundamental que ayuda a dejar perfectamente clara la indisolubilidad del vínculo de la Virgen con el Imperio y subraya su carácter orgánico y en consecuencia muestra la unción casi sacramental que recibieron los emperadores en su actividad de defensa y conquista. Es el texto del arcaico y conocido Inno akathistos que aún se canta en las iglesias de Oriente, y que en el verso veintitrés combina expresamente la figura de María con el poder imperial que, se reitera, se legitima a través de la victoria militar. 

Sin embargo, el vínculo entre la cámara púrpura y el complejo del monasterio de Blacherne fue históricamente rapsódico. A raíz de otros hechos históricos, es decir, la investidura de soberanos extranjeros -muchas veces jefes militares que no podían reivindicar ningún linaje dinástico legítimo y por tanto no tenían derecho a acceder a la cámara púrpura- se restableció la anterior ecuación simbiótica que confería legitimidad a la victoria militar únicamente al gobierno, independientemente de la transmisión dinástica, ya que se creía que había sido obtenida no sólo por la benevolencia mariana, sino por su propia intervención estratégica. 

La Theotokos, por lo tanto, resumió completamente las tareas de las deidades cívicas que ella había asumido: todo cambió para que, gato montés, nada ha cambiado. La comparación entre estos dos pasajes lo aclara, describiendo dos momentos históricos distintos, equiparables por la modalidad de la acción directa de la figura divina, aunque ésta se haya producido en circunstancias históricas muy diferentes y en las que el segundo pasaje se refiere a la Theotokos que "reemplaza" a Athena en sus deberes beligerantes:

No debo pasar por alto el motivo de la milagrosa salvación de la ciudad en silencio, porque despertará piedad en cualquiera que lo escuche. Cuando Alarico y todo su ejército llegaron a la ciudad vio a la diosa tutelar Atenea caminando a lo largo de las murallas, idéntica a la de su estatua, armada y lista para resistir el asalto.

Bissera V. Pentcheva: 2018, 91

En el Chronicon Paschale, el líder de los enemigos, el Kagan de los ávaros, ve la Virgen caminar sobre las murallas de Constantinopla. 'L'el impío Kagan dijo en ese momento de la guerra: Vi a una mujer de porte augusto corriendo sola por los muros'.

Bissera V. Pentcheva: 2018, 90

Por otro lado, no puede omitirse recordar que el tema de la ayuda divina en la batalla, para ser precisos, el rescate por una mujer divina o por la propia diosa, constituye un tema muy arcaico y testimonios precisos se pueden encontrar en el campo chamánico. Zolla realizó una importante investigación comparativa sobre este tema cuyos resultados convergieron en un texto específico (El amante invisible: la erótica chamánica en las religiones, la literatura y la legitimación política).

Sin embargo, restringiendo el discurso al ámbito que estrictamente interesa a estas notas, es decir, al de la Grecia arcaica, encontramos un interesante testimonio de este patrón en el ámbito homérico -por tanto, en elOdisea — demostrando una continuidad que se remontaba casi a la prehistoria del mundo griego. Un episodio particularmente revelador de esta presencia es el que ve el desafío del Ulises disfrazado con los pretendientes que sucumben ante éstos y su hijo. Ulises y Telémaco no ganan la batalla con sus demasiado numerosos adversarios sólo con la ayuda de sus propias fuerzas, sino gracias a la intervención directo de Atenea. Así escribe Leonardo Magini, autor de una interesante investigación sobre el tema:

Y realmente es uno masacre milagrosa porque dos veces la intervención de Atenea falla los golpes de los pretendientes. En otras palabras, es el protector quien toma el relevo del protegido: en un mundo puramente chamánico habría sido el propio chamán con sus poderes mágicos para desviar los golpes de los oponentes, en el mundo post-chamánico ella es la protectora celestial (Ayami), elevada a la condición de diosa para desempeñar ese papel

Leonardo Magini, El chamán llamado Odiseo, P. 225

A raíz de esto y siguiendo el estatus conferido, los emperadores bizantinos comenzaron a portar el icono sagrado de Blachernitissa en sus campañas militares como si estuviera "viva" y por ello recibió la calificación adicional de "arma invencible". Se reitera que esta función suya no estaba pues principalmente ligada a la protección de Constantinopla, que se salvó muchas veces gracias a la protección mariana, sino a la victoria obtenida en expediciones militares a las fronteras o fuera del territorio. 

Otras evidencias histórico-arqueológicas confirman la actitud guerrera de la Virgen. De hecho, lo encontramos representado en algunos ejemplos de sarcófagos de la época rodeados de los llamados "santos militaresquien abrazó a Ella con particular devoción. A veces éstos se muestran vestidos con ropas cortesanas -y aquí de nuevo se confirma el vínculo con el poder imperial-, otras veces con ropas militares y por tanto equipados con las relativas armas que debemos creer que fueron, a su vez, consagradas; entre ellos la espada es particularmente significativa: una cruz militar. 

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Esta tradición nació de la victoria de Constantino sobre Majencio en el Puente Milvio, como se mencionó anteriormente como un prototipo simbólico de la conjugación de la espada cruzada. La aparición de la cruz es el signo que demuestra que sólo a través de la cruz se logra la victoria en todos los niveles y por ello, sólo para recordar la equivalencia declarada, recordamos la iconografía del sello de la Caballeros portadores de espadas que lleva la cruz y la espada juntas como demostración de la indisolubilidad del vínculo que une el martirio de Cristo a todo caído en batalla que lucha "por Cristo" y por "su salvación". 

Bissera V. Pentcheva llama la atención sobre otro objeto significativo que demuestra la evidencia de esta simbología en la que la cruz del sacrificio se equipara a la cruz-arma y su uso "malicida". Se trata de una placa de marfil con la representación de la crucifixión presente en el Museo Metropolitano de Arte, que al ascender traspasa las entrañas de Hades, emblema supremo del mal. El escrito junto a la imagen anuncia inequívocamente:

La cruz (ha) plantado en el vientre de Hades.  

Bissera V. Pentcheva: 2009, 138

El autor recordado vuelve a escribir:

La cruz imperial y los estandartes militares deben identificarse con cruces procesionales de tamaño considerable, como el espécimen enjoyado de finales del siglo X del Monte Athos Lavra. El objeto se define en la inscripción en la parte posterior de la cruz. arma, con la que se anima a los soldados de Cristo a traspasar a sus enemigos. La cruz se concibe como una lanza en manos de los soldados. Las imágenes que lo decoran hacen referencia tanto a la batalla como al triunfo..

En consecuencia, se puede afirmar que la cruz de espada casi se considera un arma litúrgica ya que ser enemigos del Imperio equivale a ser enemigos de Cristo.

En pocas palabras, estas son las premisas teológicas que justifican el contenido de las crónicas de la época que relatan cómo, en muchas circunstancias, los asedios a las murallas de Constantinopla se vieron truncados por la intervención directa de la Theotokos, que no era en absoluto simpatizante de los adversarios a los que ella directamente aniquilaba. Para mostrar el clima citamos algunos ejemplos significativos:

Tú, la augusta que diste a luz al poderoso y fuerte Señor en las batallas, pelea con nosotros con tu mano poderosa y fuerte contra los enemigos que nos hacen la guerra… Destruye ahora con tu poderosa mano, oh Señora, el ejército de bárbaros que nos rodea. tomamos las armas contigo contra los enemigos acérrimos que nos hacen la guerra; contra ellos te hacemos pasar, oh Pura, al frente, porque eres el General a la cabeza de los cristianos.

Oh Señora, cuando Dios, que hizo todo, expresa su voluntad por medio de un asentimiento [mandato], el orden natural es superado. Habiéndolo generado sobrenaturalmente, puedes hacer lo que quieras. Por lo tanto, aniquila por completo a aquellos que quieren destruir tu ciudad..     

Giovanni Mauroso, obispo de Eucatia, el P. 94 

Al hacer que los enemigos fueran masacrados por las manos de los soldados cristianos, ella aplastó la agresión de los bárbaros y debilitó a todo su ejército... [La intervención de la Virgen] infundió valor a nuestros [soldados] que conocían su poder por experiencia y creían que sería el Teomemetor quien protegería la ciudad y lucharía... La virgen aparecía por doquier venciendo sin dificultad e infundiendo horror y miedo a los enemigos. Por un lado, dio fuerza a sus secuaces y los protegió del daño mientras que, por el otro, destruyó a sus enemigos..

En la batalla naval, la Virgen hundió a hombres y barcos juntos frente al monasterio de Blacherne. Debido a esto, toda la ensenada [es decir, el Cuerno de Oro], si no es demasiado horrible decirlo, podría haberse cruzado sin mojarse debido a los cadáveres esparcidos aquí y allá… Se demostró claramente que la Virgen sola había peleado esta batalla y obtuvo la victoria..  

Teodoro Sincelo, De obsidione Constantipolitana
Mosaico de la cúpula del nártex interior del Monasterio de Nea Moni (Quíos): la Virgen está retratada con los santos soldados y los mártires

Conclusión

Ya sea que la guerra haya sido interpretada como una batalla contra enemigos mortales o contra los poderes incorpóreos del mal, por lo tanto, la Madre de Dios fue percibida como "la General", el comandante supremo, el invencible Arma (como el arca de la Alianza) que envió a sus soldados de confianza al campo apoyándolos y animándolos en los enfrentamientos armados sin ofrecer cuartel al oponente.

A pesar de ello, a diferencia de las cruzadas bálticas por ejemplo, estos enfrentamientos nunca fueron concebidos en estas latitudes como “guerras santas”, aunque la intervención divina en toda regla pudiera justificar esta afirmación. Solo el emperador Focas intentó, sin éxito, introducir el concepto de guerra santa en el mundo bizantino, a diferencia de San Bernardo quien, como se mencionó, promovió la idea de la guerra del cristiano como lucha y derrota del mal encarnado, convirtiéndolo así en un deber de malicia. 

Por otro lado, es igualmente cierto que la salvación del creyente pasaba por el sacrificio de sí mismo también en el contexto del mundo del Oriente cristiano: el sacrificio de Cristo está de hecho idealmente ligado al martirio de los soldados y el segundo es homólogo al primero. Allá muerte en batalla, a través del derramamiento de sangre, representa el sacrificio por excelencia y por eso todos los guerreros se equiparan a Cristo agonizante en la cruz y todas las Madres de los mártires se conforman con la Virgen sufriente, al ofrecer a sus hijos como sacrificio por la victoria del emperador sobre sus enemigos que son enemigos de su pueblo devoto y sobre todo enemigos de Cristo y de su reino representado por el soberano, y aquí también los iconos justifican esta perspectiva todo militar.

Esta imagen de María dicta pelagonitisa (con su hijo aparentemente juguetón en brazos) tiene varios ejemplos para referirse y se asocia, por ejemplo, en la iglesia de Staro Nagoticino con un San Giorgio completamente equipado para el combate. Esta imagen se puede asociar con el icono de la llamada virgen. akamáchetos (invencible) en el que en cambio la posición del niño, propuesto como ofrenda en la "cuchara eucarística", es dramáticamente estática mientras la Theotokos tiene una expresión de condolencia. Ambas imágenes, a pesar de sus diferentes formulaciones, representan la prefiguración del futuro sacrificio crístico. Si en una imagen el niño está como "muerto", en la segunda en cambio se le representa ansioso y por tanto nada juguetón como si quisiera escapar de su destino ineludible, la expresión austera de la Madre lo confirma (cf. Iconos y poder, págs. 110, 127).

Con esto concluimos este breve recorrido a vuelo de pájaro que ha querido indagar en uno de los temas más "escandalosos" para la mentalidad contemporánea, a saber, la posible relación entre la espiritualidad mariana y la guerra, entregando a cualquier lector intrigado la sugerencia de continuar su investigación sobre un tema que se presenta tan punzante para la conciencia contemporánea como ineludible, en este momento de "cambio de piel" del cristianismo, aprovechando la abundante bibliografía disponible, de la que aquí se reproduce la parte utilizada para la ocasión.


Bibliografía 

Eric Christiansen: Las Cruzadas del Norte. El Báltico y la frontera católica (1100-1525), El Molino 2016

Enrique Corbin: En el Islam iraní vol. IV, Mimesis, Milán-Udine 2020

Karlheinz Dechner: Historia Criminal del Cristianismo Volumen VII, Ariel, 2006

Señora Dalmacio: el ejercito de dios, Simetría, 2014, Roma

Leonardo Magini: El chamán llamado Odiseo, Efigies, Arcidosso, 2019

Bissera V. Pentcheva: Iconos y poder, la Madre de Dios en Bizancio, Libro Jaca, Milán 2018

Silvano Panunzio: Roma eterna y la nueva Jerusalén, Iduna, Roma 2019

Tanya Velmans: La visión de lo invisible, Jaca Libro, 2009  


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