Los símbolos de la cueva y la montaña han marcado tanto el imaginario de los pueblos del continente euroasiático que el filósofo alemán Friedrich Nietzsche, el pensador del cumplimiento de la metafísica occidental, no pudo dejar de insertarlas en su obra, con un profundo carácter alegórico, Así habló Zarathustra. El Zaratustra de Nietzsche vivió su soledad en una cueva y en las montañas. Una soledad a entender no como segregación sino como auténtica apropiación de uno mismo en espera del despertar. Aquí, en el instante del mediodía, imagen sensible de la eternidad más luminosa, el hombre está en el centro de su itinerario entre el animal y el superhombre y celebra su partida al anochecer como su máxima esperanza ya que es el camino hacia una nueva Mañana. Es en la tarde más luminosa cuando Zaratustra ve por primera vez a sus "animales guía": el águila (símbolo del orgullo) y la serpiente (símbolo de la prudencia).

Mediodía él afirmó Martin Heidegger interpretando el pensamiento de Nietzsche - es el centro luminoso en la historia de la humanidad, un momento de transición en la serena luz de la eternidad, donde el cielo es profundo, y donde antes del mediodía y después del mediodía, chocan entre sí y encuentran la decisión [ 17 ]. Esta decisión es la elección entre una vida que se niega a sí misma y la posibilidad de un nuevo comienzo. Y este nuevo comienzo es inseparable de la constatación esencial de que sólo la eternidad es siempre absolutamente nueva.