Apolo, ángel del abismo (Giovanni Sessa, «Los Borghese»)

di giovanni sessa

Publicado originalmente en la revista "Il Borghese" n.1/año XXIII, enero de 2023 y posteriormente reimpreso en Barbadillo.it o de CentroStudiLaRuna.it

MARCO MACULOTTI es un joven estudioso que se ocupa de la Tradición, el folclore, el esoterismo y la literatura fantástica. Los múltiples intereses le han dotado de una capacidad exegética poco común, convenientemente ejercitada en la lectura de símbolos, religiones y mitos. Así se desprende de su última obra, que lleva tiempo en las librerías de Axis Mundi Edizioni, El Ángel del Abismo. Apolo, Avalon, el mito polar y el Apocalipsis. El libro parte de la concepción compartida de que los arquetipos, incluido el apolíneo: «todavía están vivos y coleando, y solo esperan ser captados por aquellos que saben cómo entenderlos y "desvelarlos" de la pátina histórica con la que han sido tan cuidadosamente oscurecidos.» (pág. VIII). Se trata de un texto que, construido tanto sobre el análisis de fuentes antiguas como sobre la literatura crítica más acreditada, deconstruye el mito de un Apolo exclusivamente uránico, solar, producto típico del neoclasicismo de Winckelmann y presenta un Apolo de doble cara, así solar, qué ctónica.

Marcel Detienne, en un estudio mencionado por Maculotti, Apolo con el cuchillo en la mano, argumentó que el nombre de Dios se refiere al verbo apollunai"morir», significado que, evidentemente, es sintónico con la dimensión telúrica. Eliade había percibido en el dios de la Luz cualidades ambiguas y en absoluto atribuibles al mero orden de la realidad y la armonía cósmica. Allí potestas Apolíneo, en efecto, en Ática estaba relacionado con Pan y con las Ninfas, portadoras, como bien sabía Calasso, del «aguas mentales» diseñado para inducir manía. Las Sibilas vivían en cuevas subterráneas y en ellas, visitadas por el dios, profetizaban. Maculotti esencialmente afirma que Apolo es el dios de coincidencia oppositorum, en su figura divina la dimensión polar y la daimon bajo tierra: "Una duplicidad que, sin embargo, se resuelve precisamente al comprender la esencia de esa dimensión axial de la que Apolo es la epifanía, esa Hiperbórea de la que procede."(P. 6).

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El autor también señala que el culto apolíneo surgió en estrecha relación con la tradición chamánica del norte de Asia. Para esto sus sacerdotes, los iatromantes, como atestigua abundante y contrastada literatura, realizaban viajes «en espíritu» y sumergirse en el Hades. Ellos, la mayoría de las vecesvivían y actuaban como ascetas solitarios, practicando una forma de religiosidad que claramente iba más allá de los ritos y sacrificios en los que se basaba la religión olímpica de los póleis» (pág. 7). El chamanismo y el culto apolíneo encontraron su elaboración y desarrollo coherentes en el nacimiento de la filosofía, dada la lección de Colli y Tonelli. El culto al Fuego, tan relevante en Heráclito, se refiere al Fuego-Luz que arco que vive en los muchos y da energía a los fisis. La experiencia chamánica está, además, presente en Empédocles. Su muerte, lograda arrojándose al cráter del Etna, hace referencia a un ascetismo que se muestra sólo tras la práctica de «descenso a los infiernos». Hay muchos testimonios sobre los Sabios que hablan de prácticas extáticas destinadas a separar el alma del cuerpo, mientras que otros atestiguan sus habilidades médico-taumatúrgicas.

En una colonia milesia, en 1973, recuerda nuestro autor, se encontró una lápida del siglo III. a. C. en el que aparece el epíteto, atribuido a Apolo, de Foleuterios, término que hace referencia a «encubrir» y se puede traducir como «señor de la cueva». El culto apolíneo, como la práctica extática de los pitagóricos, incluía la técnica de incubación que se desarrollaba en cavidades naturales, propiciando un alto grado de concentración y recuerdo. Todo el conocimiento primitivo de la Hélade arcaica se fundió en la filosofía presocrática, tanto que: «Pitágoras fue considerado [...] una manifestación del Apolo Hiperbóreo, hipótesis que incluso Aristóteles consideró cierta» (pág. 45). La leyenda que mejor nos permite comprender la relación entre el filósofo y el dios se refiere a la muslo de oro del primero Muslo en griego es meros, fonema inmediatamente asonante con el monte Mêru de la tradición védica, eje mundi vinculado a la simbología polar de Apolo. Estos, en su función de daimon, en su vínculo con la dimensión telúrica, desempeña el papel de mediador entre el mundo humano y el divino, es un símbolo anagógico que conduce de abajo hacia arriba.

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En Delfos, se asentó la existencia de un oráculo de Gea en el lugar antes que la de Apolo, confirma la estructura ambivalente del poder divino apolíneo. A su llegada a este lugar sagrado, el dios de la Luz no mató a la serpiente Pitón sino a la dragona Delfina, cuyo nombre significa «matriz». La victoria lograda sobre Delfine puede interpretarse como un triunfo de cosmos en caos del origen Desde entonces Pitón ha sido sometida al laurel de Apolo y se la representaba torcida alrededor del ombligo"Apolo sólo pudo nacer en la oscuridad más profunda, en esa oscuridad que precede al alba [...] Se revela única y exclusivamente en situaciones nocturnas [...] simbólicamente [...] infrauterinas» (pág. 109). Por ello, los demás centros sagrados atribuibles al dios de la Luz se sitúan en «abismo", en "bocas infernales», como las dedicadas a San Michele, alineadas en el «Línea Sagrada Michelite». En esta línea se encuentra la isla de Patmos, hundida y hecha resucitar, según el mito, por Apolo y Artemisa (otra divinidad ligada a la Tierra). La isla atemporal corresponde a la Sagrada Tierra Polar, de la que narran los mitos hiperbóreos y la tradición del grial del Reino de Avalon (sobre estos aspectos, Maculotti entretiene al lector largamente y con argumentos persuasivos).

En Patmos, San Juan Evangelista escribió el «Libro de revelación». La liturgia cristiana sostiene que Juan habría recibido la revelación delApocalipsis por el Arcángel Miguel, una especie de «doble cristianizado» de Apolo, según el autor. Estas coincidencias sugieren una posible continuidad entre la mantica apolínea y la apocalíptica. En todo caso Apolo, según Maculotti, es el dios que anula la distancia entre la Tierra y el Cielo, al menos en aquellos que se dejan impactar: ​​«por su flecha y saber (no) comprender la Armonía cósmica inherente a las siete notas jadeadas por su lira, pariendo en lo abismal íntimo [...] la capacidad profética"(P. 121).

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Para nosotros que creemos que el principio se da solo en los muchos, que pensamos que el fisis en términos sacros, lo más relevante de este estudio hay que identificarlo en la desmitificación de Apolo como dios sol. Su duplicidad remite, por el contrario, a laarco que coincidencia oppositorum, en el que se dan masculino y femenino.


marco maculotti

El Ángel del Abismo. Apolo, Avalon, el Mito Polar y el Apocalipsis

Ediciones Axis Mundi

Páginas 383 – 28,00 €

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