Bestias, hombres o dioses: los cultos extraterrestres de HP Lovecraft

(imagen: John Coulthart, "La llamada de Cthulhu")

La presencia de temas mítico-religiosos en la obra del "Poe cósmico" -como lo definió Jacques Bergier- resulta de interés no sólo desde el punto de vista literario, sino también respecto a la relación entre la modernidad y este tipo de saber. Como ahora saben incluso los no "expertos", Howard Phillips Lovecraft se definió a sí mismo como un «materialista absoluto y mecanicista[1] persuadido de que el mundo era la suma matemática de impulsos físicos regidos por el azar y que convertían las aspiraciones humanas en meras fantasías. Sin embargo, detrás de esta profesión de fe, en la que muchos se han detenido al cuestionar al Solitario de la Providencia, hay mucho más. Por ejemplo, el hecho de que había estudiado y por lo tanto conocía bien los mitos antiguos de Occidente, grecorromanos pero también germánicos y nórdicos. Bueno, ¿cómo se relacionan estos intereses con los tuyos? Visión Mundial? ¿Por qué un entusiasta seguidor de la ciencia y la tecnología debería apasionarse por esos mitos que los mismos seguidores de la Diosa Razón muchas veces relegan a expresiones de una enrevesada y premoderna humanidad “infantil”? En realidad, la contradicción es sólo aparente.

Es el propio autor quien lo deja claro, en una de sus muchas cartas, afirmando que estos "las tradiciones sobre las que se han de medir las entidades y los acontecimientos de la experiencia son lo único que les da la ilusión de un sentido [...] en un cosmos que en su raíz es todo sin propósito: por eso practico y predigo un conservadurismo extremo en el arte, la sociedad y la política, como la única forma de escapar [...] de la desesperación y la confusión de una lucha sin guía ni reglas en un caos no oculto por velos» [ 2 ].

En uno de sus poquísimos ensayos autobiográficos el escritor de Providence es aún más claro, declarándose un "materialista con gustos clásicos y tradicionales","apasionado por el pasado, sus vestigios y sus costumbres"Y plenamente convencido de que"la única preocupación válida para un hombre de sentido común en un cosmos sin propósito es el logro del placer intelectual, apoyado por una vida imaginativa vívida y fértil» [ 3 ]. Aún más explícitamente, agrega: "Amante de la ilusoria libertad del mito y del sueño, me dedico a la literatura escapista; pero amando en igual medida el anclaje tangible del pasado, tiño todos mis pensamientos con las sombras de la antigüedad» [ 4 ]. Más claro que eso…

Parece que en el Weltanschauung El contraste de Lovecraft, por un lado, con la conciencia desencantada de que el mundo y el cosmos entero no son más que campos de batalla de entidades sobrehumanas, que no consideran al hombre si no para subyugarlo; por otro lado, que una redención de este estado de necesidad está ligada al mito, entendido como una rebelión”contra la tiranía rígida e ineluctable del tiempo y el espacio” [ 5 ]en contra «Prosaicas leyes de la naturaleza» [ 6 ]. Un autentico fuera de tiempo, en definitiva, para usar las palabras del historiador de las religiones Mircea Eliade, quien, además, en varias ocasiones, como en la clausura de Mito y realidad, confió el papel de la literatura fantástica mito moderno. Tesis que habrían firmado gigantes como Ernst Jünger o Joseph Campbell, llegando incluso a Ray Bradbury… Pero esa es otra historia.

Científico y mitógrafo, Howard Phillips Lovecraft elabora un complejo sistema de deidades y sub-deidades, cada una de las cuales tiene un rango de acción, uno estado y una función muy específica, también sobre la base de una cierta herencia esotérica a la que tuvo acceso de alguna manera. A pesar de su profesión materialista, el politólogo Giorgio Galli escribió hace algún tiempo [ 7 ], Lovecraft estuvo afectado por cierta vena esotérica, que atravesó toda la cultura occidental -emergiendo, de manera kárstica, en autores por encima de toda sospecha, combinándose con áreas de interés, con condiciones históricas contingentes, pero sin agotarse en ellas- y de alguna manera orientó su producción, sin que él mismo fuera plenamente consciente de ello.

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El trasfondo de las páginas lovecraftianas es, pues, una cosmogonía y una teogonía, junto a un nutrido grupo de divinidades: benignas, como las Dioses mayores, entre los que encontramos a Nodens, Señor del Gran Abismo, pero también terrible, los Grandes Antiguos. Al crearlas, Lovecraft trastoca el esquema de las religiones clásicas, en este caso monoteísta (se notaba su aversión al cristianismo, pero el discurso podía extenderse), situando en las esferas superiores a entidades caóticas, completamente desprovistas de inteligencia y finalidad. Si el cosmos de los monoteísmos se rige -simplificando- por un designio providencial "benigno", el ápice de la teogonia lovecraftiana es un caos ciego y hirviente, situado en un universo lejano al nuestro, que no tiene otro fin que perpetuarse. ¿Y el hombre, elemento cardinal de toda religión "tradicional"? Un simple accidente, completamente insignificante.

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Juan Coulthart

Que, llegados a este punto, son los dioses que pueblan los abismos siderales lovecraftianos, evocados en el que se ha convertido en uno de los más famosos pseudo bibliael infame NecronomiconAl-Azif - escrito por el árabe loco Abdul Alhazred? Un primer inventario (incluyendo algunas indicaciones toponímicas) está contenido en El que susurraba en la oscuridad: «El Gran Cthulhu, Tsathoggua [ 8 ], Yog-Sothoth, R'lyeh, Nyarlathotep, Azathoth, Hastur, Yian, Leng, el lago de Hali, Bethmoora, el Signo Amarillo, L'mur-Kathulos, Bran y el Magnum Innominandum» [ 9 ]. Analicemos, en pocas palabras, algunos de ellos.

El más poderoso y terrible es sin duda Azathoth, "Primer motor en la Oscuridad". Entidad ciega incognoscible y amorfa que lanza maldiciones, gorjeos y hierve en el centro del universo, constituye el núcleo palpitante de todo el cosmos, su oscura raíz. Podría ser, sugiere sombríamente el escritor, volcando curiosamente el lema de Calderón de la Barca, que el universo mismo no sea más que su sueño -según esta oscura hipótesis, no seríamos más que el producto del delirio nocturno de un ser sobrehumano y sin cabeza-. , quien, una vez despierto, podría incluso (lo que no es una hipótesis tan extravagante desde el punto de vista lovecraftiano) tomar la decisión de destruirlo todo.

Llegamos ahora a Cthulhu, la deidad más popular del universo lovecraftiano, que reside en la ciudad sumergida de R'lyeh, que él mismo fundó con su descendencia, mucho antes de que los humanos poblaran la Tierra. Sí, porque ese pequeño planeta que estos últimos creen que es de su exclusiva propiedad en realidad no lo es, también y sobre todo porque no se excluye que, a la espera de una determinada configuración estelar, pueda volver allí con muy desagradables consecuencias para su " magníficos "destinos. y progresistas". Satisfechas ciertas condiciones cósmicas, vaticina Lovecraft en el que es su relato más célebre, La llamada de Cthulhu, de 1926, los sacerdotes del dios, de quien el mundo está lleno, "habrían robado al Gran Cthulhu de la tumba y éste habría despertado a Sus súbditos y recobrado el dominio de la Tierra […]. Los Grandes Antiguos, liberados, enseñarían al hombre nuevas blasfemias, nuevas formas de matar y gozar, y toda la Tierra sería incendiada en un holocausto de éxtasis y libertinaje.» [ 10 ].

El nombre de Yog-Sothoth, "la llave y el guardián del Umbral" [ 11 ] de la que un día volverán los Otros Seres”,cúmulos de esferas iridiscentes, pero estupendas por la malicia que emanan» [ 12 ] es fundamental para ello El caso de Charles Dexter Ward, escrita en 1927 pero publicada en 1941, en la que el protagonista es sustituido por su doble fantasmal, un antepasado evocado por terribles prácticas nigrománticas. Entidad indescifrable por categorías humanas, es "sin bordes: todo en uno y uno en todo; no una simple criatura del continuo espacio-tiempo, sino afín [...] a la fuerza última que no tiene límites y supera la fantasía y la ciencia [...], y que los intelectos gaseosos de las nebulosas espirales denotan con un intraducible Señal» [ 13 ].

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El Mensajero de los Dioses es Nyarlathotep, el Caos reptante; aparte de Dagon, es la primera entidad divina alienígena que aparece en el cuerpo Lovecraftian - protagonista del cuento homónimo de 1920. El sirviente de Azathoth, vaga por la Tierra en forma humana, sembrando la locura entre los hombres y manifestándose en varias ocasiones como un mago vestido de faraón egipcio, dispuesto a hechizar a las masas con juegos eléctricos. Quizá no sea inútil recordar que fue objeto de uno de los sueños más terroríficos que tuvo HPL a los diez años, y que describió detalladamente en una carta suya de 1921 a su amigo Reinhardt Kleiner.

Queda por mencionar a Hastur, medio hermano de Chtulhu, El que no debe ser nombrado, la Voz de los Grandes Antiguos (ya presente en El rey de amarillo por Chambers de 1895, de la cual, entre otras cosas, también el señal amarilla evocado en el citado fragmento de El que susurraba en la oscuridad) y Dagón -cuyo nombre recuerda al de una deidad del área semítico-mesopotamia- cuyos hechos se narran en el relato homónimo, publicado en las columnas de la revista amateur El Vagrant en 1919. También permanece Shub-Niggurath, el único demonio femenino del panteón Lovecraftiana, "esposa" por así decirlo de Yog-Sothoth y "madre" de Nug y Yeb, la Cabra Negra del bosque con mil cachorros, para cuya creación se inspiró Lovecraft El Gran Dios Pan por Arthur Machen y cuyo culto "es una de las tradiciones más horrendas heredadas por la raza humana desde tiempos prehumanos» [ 14 ].

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John Coulthart, árbol sefirótico del panteón lovecraftiano.

Estos pocos indicios son suficientes para delinear la religión alienígena de Howard Phillips Lovecraft. Nada acostumbrado a cultos demasiado benévolos con el hombre (moderno, podríamos añadir), elaboró ​​una mitografía en la que los habitantes del mundo sublunar y sus conquistas -  la ciencia, la tecnología, el progreso, etc., no son más que átomos colocados ante la profundidad insondable de los Dioses. La única salvación que se vislumbra es el más total desconocimiento de la realidad que les rodea, ya que cualquier esfuerzo que hagan conduce, en el mejor de los casos, ¡y mucho menos a los demás! - a muerte.

El objeto del mito lovecraftiano es, por lo tanto, el mundo moderno, fáustico y antropocéntrico, en toda su grandeza trágica: es contra él que Lovecraft moviliza su teogonia. Este demiurgo de los espacios cósmicos, Orfeo de la cuarta dimensión, vivió plenamente la llamada atardecer del oeste de Spengler -cuya obra principal leyó, afirmando incluso haber anticipado las tesis [ 15 ] - pero no se dio por vencido, viendo en la elaboración de mitos capaces de transfigurar la crisis de su propio tiempo la única manera de detener este declive - como hicieron otros narradores, como Tolkien en su Legendario y Jünger en sus novelas, como Heliópolis e En los acantilados de mármol. Ya que, si la literatura humana (demasiado humano) para denunciar hasta el amargo final lo que somos, vislumbrar la trágica grandeza del destino occidental requiere un punto de vista sobrehumano, abismal.

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Entregando las ilusiones de la modernidad -sus dogmas, su igualitarismo, el culto al progreso a toda costa, la industrialización salvaje, el capitalismo desenfrenado, el exceso de confianza en la racionalidad- al regreso del Gran Cthulhu, Lovecraft, admirador de la ciencia y la técnica pero a la vez conservador e antimoderno, un esteta incapaz de enfrentarse a la mirada de la Medusa del presente sin recurrir al espejo del Mito, revela la crisis de Occidente, pero al mismo tiempo su grandeza. Que, después de todo, es lo mismo.


Nota:

1. Carta a Donald Wandrei fechada el 21 de abril de 1927, en Howard Phillips Lovecraft, El horror de la realidad, editado por Gianfranco de Turris y Sebastiano Fusco, Edizioni Mediterranee, Roma 2007, p. 85.

2. Ibíd.

3. Howard Philips Lovecraft,  Habla HPL. Un boceto autobiográficoen la palabra de Lovecraft, editado por Pietro Guarriello, Editorial La Torre, San Marco Evangelista 2012, p. 113.

4. Ibíd.

5. Carta a Herald S. Farnese del 22 de septiembre de 1932, cit. en Necronomicón. Historia de un libro que no existe, editado por Sergio Basile, Fanucci, Roma 2002, p. 68.

6. Howard Philips Lovecraft, Algunas notaciones sobre una No-entidaden la palabra de Lovecraft, cit., pág. 84.

7. Véase Giorgio Galli, Esoterismo, cultura y políticaen Antarés, nº 05/2013, modernidad oculta. Al margen de las diversas consideraciones realizadas en varias ocasiones sobre el hipotético pero muy probable vagabundeos astrales de Lovecraft, también recordamos que fue admirador de escritores como Arthur Machen (1863-1947) y Algernoon Blackwood (1869-1951), quienes formaron parte de laOrden Hermética de la Golden Dawn. Ver Enseñanzas mágicas de la Golden Dawn, editado por Sebastiano Fusco, Edizioni Mediterranee, Roma 2007. Sobre los juicios lovecraftianos sobre los dos, cf.  Howard Philips Lovecraft, Teoría del terror, editado por Gianfranco de Turris, Edizioni Bietti, Milán 2011. Estos detalles ciertamente no son suficientes para hacer de Lovecraft el "iniciado" que No era, nunca podría haberlo sido -lo que no desmerece la liquidación de estos intereses suyos y las lecturas relativas a la "basura", como hace Valerio Evangelisti en su introducción a El caso de Charles Dexter Ward (Bur, Milán 2007), es completamente engañoso para entender la narrativa y el universo fantástico. Por otra parte, ni siquiera creemos que mencionar e indagar en los orígenes esotéricos lovecraftianos equivalga a disminuir, “aunque sin querer, la dimensión del escritor”, como siempre escribe Evangelisti en la citada introducción. Como si hubiera una contradicción entre estos aspectos...

8. Esta criatura semidivina, amorfa y con cabeza de sapo creada por el amigo de Lovecraft, Clark Ashton Smith, se menciona en ambos Necronomicon ambos en otro pseudo-biblium Lovecraftiano, yo Manuscritos de Pnakotic.

9. en Todos los cuentos 1927-1930, editado por Giuseppe Lippi, Mondadori, Milán 1991, pp. 259-260.

10. en Todos los cuentos 1923-1926, editado por Giuseppe Lippi, Mondadori, Milán 1990, p. 167.

11. El terror de Dunwichen Todos los cuentos 1927-1930, cit., págs. 212.

12.  El horror en el museo.en Todos los cuentos 1931-1936, editado por Giuseppe Lippi, Mondadori, Milán 1992, p. 440.

13. En ibíd., pág. 473.

14. Carta a Henry Kuttner del 16 de abril de 1936, cit. en Necronomicon, cit., pág. 80.

15. Véase al respecto el magistral estudio de ST Joshi HP Lovecraft: La decadencia de Occidente, Casa Starmont, 1990.


Andrea Scarabelli (1986) dirige la revista «AntarésY la serie «l'Archeometro». Colabora con la fundación J. Evola. Escribe en varias revistas, impresas y no, y bloguea Actual y desactualizado en IlGiornale.

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